Estoy entre muchachos, no sé qué hago. Para esto, hay soldados. Y uno de los muchachos no sé qué le dice a un soldado, que se enfurece. Corremos. Me da pánico. A algunos los golpean. Escucho la respiración agitada de un muchacho que me rebasa velozmente. Me quedo petrificada cuando un soldado me empareja, pienso que hasta aquí he llegado, pero no, él persigue a aquel muchacho, que sé es el hermano de Carlos Torres (no Jesús, sino alguien de un gran parecido a Carlos). El soldado saca una pistola. El hermano de Carlos está a una buena distancia de él, no obstante corre como loco y zigzaguea porque se ve enmarcado en un tiro al blanco. El soldado dispara tres veces. Y yo ya no sé si lo derriba, porque éste desaparece entre el paraje. Busco un refugio. Cuando estoy en mi casa le cuento todo a Jesús, pero le digo que lo he soñado (no sé cuál es la verdad, si lo viví o lo soñé) y al día siguiente salen a relucir las noticias sobre la muerte del hermano de Carlos Torres. Me entristezco. Carlos se entera de una forma inesperada. Es invitado en un programa de la televisión, donde el conductor, sin saber qué leerá, anuncia la noticia sobre la muerte del hermano de Carlos Torres, y se quedan mirando los dos sin saber qué decirse, uno apenado, y el otro sin saber cómo reaccionar.
Llega Carlos a casa, y Jesús le cuenta los pormenores, que yo había soñado ya sobre la muerte de su hermano, y le vuelvo a contar el sueño. Vamos al cementerio, cerca de ahí hay dos cafeterías frente a frente. No sé si en ese mismo día o en el siguiente, Carlos Salinas (el presidente) hace un recorrido hacia el cementerio por duelo del hermano de Carlos, asesinado por un soldado. Vuelvo a contar como estuvo todo, pero ahora no como sueño, sino como realidad. Pero el presidente no me presta atención y me dice que no le interesa ni un ápice, por ahí esta Jacobo Zabludowsky, a éste tampoco le importa el muerto. Alguien decide que crucemos un sembradío, Jacobo se alarma, trajeado, parece no querer llenarse de espinas.Yo no sé por qué lo hacemos si es peligroso, los dueños nos amagan con machetes, pero como somos muchos no pueden hacer nada. Luego me doy cuenta de la intención de cruzar ese sembradío. Cortamos de ese modo el largo camino al cementerio. Ellos se quedan en el cementerio, otros nos vamos a las cafeterías, donde sigo contando el sueño. Me entero por Jesús, mientras vemos la tele en la cafetería, que dijeron que había sido derribado por una bala el hermano de Carlos, Jesús afirma que fueron dos. Y me pregunta cuántos disparos hizo el soldado, y le respondo que tres.
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