Fui a Álamo. Era domingo. En el cuarto estaba mi tía Bety; me dijo que iba a haber una especie de temblor o algo así, toda vez que una isla iba a chocar con tierra firme. Mientras hablaba se había subido a la cama y descolgado un cuadro.
En la sala estaba María Félix. Me reuní con ella. La familia se había lamentado que cuando le pregunté sobre su vida, todo lo según grabado en un casete estaba borrado. María estaba leyendo una crónica, donde hubo una fiesta de gala en la cual habían asistido muchas mujeres maduras y hermosas. A ella la conocía todo mundo y las mujeres se le acercaban porque deseaban ser sus amigas. María era una especie de tía. Bajé y fui al patio en donde estaban mi mamá, mis tíos, Carlos y mis primos. Estaban planeando salir a la feria; ya estaban vestidos y yo me quedé viendo mi ropa, pensé en irme a cambiar, pero me dijeron que fuera a cerrar las puertas de la casa de mi tío Felipe. Estando allá, me dio miedo, pues los cadáveres o cuerpos de Sebastián y alguien más (mi abuelita Carmen tal vez) estaban sobre la cama, como si siguieran durmiendo, olvidados. Yo cerré la puerta y me reuní rápido otra vez con mi familia. Parece que Carlos no deseaba ir a la feria.
En Álamo también, fui a una tiendita que está al final de la calle Vélez. La atendía doña Mary y su esposo y unos hijos (no los suyos) muy guapos, sobre todo un doctor. Compré naranjas, una revista de la jornada donde venía de portada la figura de Yuri en multicolores y muy pintada. El doctor me hizo la cuenta. Me retiré; en el camino vi a 2 gringas; un vecino me dijo que ya era normal que empezaran a vivir entre nosotros.
Había un tren. Subimos. Me dio miedo porque se escuchaba el rumor de otro. Miré si había 4 rieles. Lo confirmé ya tranquila.
Luego me di cuenta que había adentro, en la profundidad, una pequeña escalera o pasillo donde la gente podía atravesar el túnel caminando; más adelante hasta había tiendas y panadería, caminé hasta una de éstas y salí al aire libre.
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